Más allá de sus costas, la España interior, conocida como la Meseta, está rodeada por cadenas montañosas que limitan la influencia atlántica y mediterránea. En su parte norte, la Meseta tiene altitudes en el entorno de los 800 metros en un clima continental extremo, con inviernos muy fríos, veranos muy calientes y con un bajo nivel de precipitaciones. La elevada altitud, la segunda mayor de Europa tras Suiza, reduce las temperaturas medias lo que unido a las fuertes oscilaciones térmicas sienta las bases para vinos de gran calidad
El Duero nace en las montañas al noreste de la Meseta y vertebra el territorio creando a su paso un corredor de vida que permite el desarrollo de la viña. La Ribera del Duero es una franja de tierra de Castilla y León de unos 100 kms de largo por 35 en su punto más ancho, que siguen el curso del Duero poco después que éste ha dejado las sierras de Soria donde nace, en su tránsito por el sur de Burgos y las provincias de Segovia y Valladolid.
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La Ribera es una tierra que solo tiene asegurados 4 meses al año sin riesgo de heladas y donde el contraste de temperaturas entre el día (superiores a los 30ºC en verano) y la noche (donde puede bajar hasta el entorno de 10º en el verano) fuerza a la planta a generar ciclos diarios de actividad y reposo que luego se transmiten a las uvas en forma de mayor acidez y concentración, y que en los vinos se muestran, junto con las especificidades del suelo, como señales identitarias del territorio.
La variedad Tempranillo -Tinta del País ha sabido adaptarse a estas condiciones extremas, lo que permite la producción de vinos con tintes azulados que perduran en el tiempo, con una acidez equilibrada, potentes y elegantes, con una estructura superior, donde los taninos dulces toman protagonismo. Estos vinos pueden llegar a ser excelentes, especialmente cuando los rendimientos están limitados por el terreno y la viticultura.
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