VIÑAS EN LADERAS

La experiencia de los mayores nos señaló a las laderas como las mejores ubicaciones para la viña, por su terreno, su orientación, la ventilación, por reducción de riesgos de heladas y por una mejor maduración, todas ellas condiciones para una vendimia de calidad.

Son vinos nacidos en laderas orientadas al sur, a altitudes entre 750 y 800 metros, con alineación Norte –Sur, lo que permite equilibrar la fuerte insolación de los días de verano y al mismo tiempo recibir abundante luz durante la mayor parte del día a lo largo de todo el año.

Los vinos de Milénico nacen de una selección de 7 parcelas en laderas que bordean al río Duero. En total, su superficie no llega a las 9 hectáreas y las conocemos por sus nombres. Socastillo (al pie del castillo), Carraroa (en el camino a Roa), Rodero, Solapeña (cerro solitario) y Valdepila en el Agujerón (sinónimo de gran barranco).

Son nombres que para nosotros simbolizan una parte más de nosotros, de la familia, lugares de vivencias y de encuentro con lo atemporal.

Por su situación a mitad de camino entre el valle y las tierras altas, las laderas disfrutan de una ventilación natural que favorece que la uva llegue en perfectas condiciones a su maduración.

Son condiciones ideales para que la uva madure a la perfección y llegue sana y en condiciones óptimas a la vendimia.

Nuestras viñas se sitúan en laderas en la margen derecha del río Duero en San Martín de Rubiales, pueblo entre Roa y Peñafiel, centros de cultura y tradición de la Ribera del Duero.

Estas laderas fueron el principal refugio de la viña en el último siglo, tras dos repliegues históricos. El primero debido a la filoxera (1904) que se saldó con una fuerte emigración hacia América y el segundo con la llegada de los regadíos en los años 50 del siglo XX.

Desde pequeños, en casa comprobamos que las uvas más sabrosas, aunque fueran más pequeñas, eran las de la parte alta de la ladera. Los pájaros nos indicaban donde estaban las mejores uvas de toda la zona, las más sanas y dulces.
 

LAS VENTAJAS DE LAS LADERAS

Por esa situación privilegiada, la ladera nos asegura que aunque que las condiciones se tornen difíciles, su mejor ventilación, su adelantamiento vegetativo por su fuerte insolación y su menor vegetación, nos permitirán obtener una uva óptima con independencia del año. Esto nos permite, de forma natural, mantener una alta calidad de las uvas y, posteriormente, del vino año tras año.

Las laderas son en general tierras pobres y austeras, lo que pone un límite natural a nuestra producción y sienta la base para una producción centrada en la calidad.

La falta de lluvia, las pendientes y la no aportación suplementaria de agua desde su plantación obligaron a las raíces de la planta a penetrar y extenderse en la tierra en busca de sustento.

Esto nos permite ahora extraer y transmitir a la uva el espíritu de unas tierras calizo-arcillosas que son el resultado de procesos erosivos y aluviales de millones de años.

Muchas veces su situación es en un factor crucial para una maduración perfecta en nuestra región, donde no es raro que las últimas semanas de septiembre y primeras de octubre, semanas claves para una maduración plena, vengan acompañadas de una mezcla de lluvias, nieblas, calores y fríos que se alternan de forma continua.

EL SUELO

El suelo es una mezcla de calizas, arcillas, arenas y piedras calcáreas. Es el resultado de millones de años de erosión, sedimentación y cambios en la composición del suelo en la confluencia del río con los bordes del valle. El terroir es de esta manera muy diverso, con diversas proporciones minerales aunque dominado por la caliza y la arcilla, y con gran variedad de texturas.

Los suelos de predominio arenoso en las laderas, tienen una gran porosidad, lo que permite una fácil transferencia de calor al suelo, algo positivo para el desarrollo vegetativo. A su vez, la textura suelta permite que el agua penetre con facilidad hasta cierta profundidad, donde llegan las raíces de la vida.

EL CLIMA

El clima de carácter continental se caracteriza por inviernos fríos y largos, veranos cortos y calurosos, con una pluviometría alrededor de los 450 litros/metro cuadrado y con 2.200 -2.800 horas de sol al año.

En estas condiciones de clima extremo, la combinación de factores específicos como la orientación en laderas al sur, la cercanía al río, la existencia de suelos específicos que limiten los daños por heladas, nos permiten obtener año tras año una fruta sana y madura en una tierra de frontera para la viña.

Los veranos son secos con temperaturas máximas de hasta los 35-40 ºC y mínimas en invierno que pueden llegar a los -20ºC, aunque lo normal es que no baje de -5-10ºC.

La temperatura media anual es del orden de 11º C con un periodo libre de heladas de 115 días cuando el periodo medio de vegetación de la viña es de 180 días.

Además, en los meses de verano-otoño, cuando la viña está desarrollando su fruto, se dan fuertes contrastes de temperatura noche y día: el día es muy caluro

Esto hace que el ciclo anual de la viña tenga una fase de desarrollo relativamente corto lo que unido a los fuertes contrastes de temperatura entre el día y la noche hace que estos vinos tengan un carácter propio, con gran estructura y longevidad.

De ahí la perfecta adaptación de la variedad Tempranillo, que como su nombre indica es de maduración temprana. Por su brotación tardía, la variedad evita las heladas primaverales.

LAS LABORES DEL CAMPO

El objeto esencial de nuestras prácticas agrícolas es conseguir que la viña y la uva, de la forma más autónoma, con la menor intervención posible, se mantengan sanas para asegurar así una maduración óptima, condición necesaria para un buen vino.

Por otro lado, multiplicamos las tareas a mano para adaptar la vegetación y fruto de cada planta a sus posibilidades, lo que la refuerza frente a elementos adversos.
Este respeto por el entorno se traduce en que no utilizamos herbicidas y nos ceñimos a la utilización selectiva, muy moderada, de azufre en polvo. Esto nos permite minimizar el uso de pesticidas y, en algunos casos, evitarlos por completo.

Nuestra dimensión familiar nos permite conocer cada viña como si fuera una prolongación nuestra.

La poda invernal, la poda en verde, los aclareos de racimos y los deshojados, son labores que bien eliminando un exceso de vegetación, bien reduciendo el número de racimos, permiten mantener un mejor equilibrio de la planta y una fruta más sana que madura en mejores condiciones.

El resultado final de esta relación constante con la viña es un profundo conocimiento de sus ritmos y sus necesidades, lo que al final redunda en una fruta de excelencia.

Factores como el entorno de la viña, la biodiversidad que la rodea son muy importantes. Cuando la humedad lo permite, nuestras viñas mantienen una cubierta vegetal que además de minimizar el laboreo, ayuda a retener la escasa agua de lluvia y favorece la biodiversidad. Con ello se amplifica la actuación de la microflora y microfauna que actúan como elementos equilibradores del ecosistema de la viña, reforzando a esta frente a plagas y enfermedades.

Todo lo anterior se alinea con el objetivo de certificación de viñedos dentro del ámbito de la agricultura orgánica y con la política de que las nuevas plantaciones se diseñen desde el principio, en una práctica respetuosa con este tipo de agricultura.

LA VENDIMIA

Cada año es diferente, pero en media, la vendimia tiene lugar entre la última semana de septiembre y la primera semana de octubre, adelantándose o retrasándose una semana, a lo sumo dos, en función de la climatología del año que determina el punto óptimo de madurez fenólica y organoléptica.

Llegado el momento óptimo para cada parcela, la uva se vendimia a mano y se recoge en cajas de 10-15 kgs. La primera selección de racimos se hace en la viña y allí se descarta todo aquel que no esté en perfecto estado.

Tras la llegada de la uva a la bodega, estabilizamos su temperatura mediante cámara frigorífica durante 16-24 horas, lo que nos permite bajar la temperatura hasta el entorno de los 5ºC. El frío nos permite armonizar las condiciones de entrada de la uva, evita oxidaciones e inicios de fermentación y nos permite realizar una selección manual de la uva en bodega en las mejores condiciones.

Una vez en bodega, las uvas pasificadas o inmaduras se retiran una por una. La primera selección a la salida de la cámara de refrigeración, en la que participan varias personas permite eliminar todo aquello que no sea uva sana. Es una selección adicional a la realizada en la viña con la vendimia a mano.

Al final de la cinta de selección, una despalilladora separa a bajas revoluciones la uva del racimo. La lentitud es imprescindible para no extraer ningún aroma verde del tallo y conservar intacta la uva. Las uvas desgranadas pasan por su última selección antes de entrar en las cubas de fermentación.

La uva suelta se selecciona de nuevo, de modo que los pequeños trozos verdes que hayan podido quedar tras el despalillado se retiran manualmente, evitando así la transmisión de sabores herbáceos y astringencias indeseadas.

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